lunes, diciembre 11, 2006

ADIOS


Queridos amigos, ha llegado la hora de terminar este blog y despedirse. Me he equivocado en muchas cosas. He jugado a inventar un personaje, el de Zingua, y a permitirle cobrar vida propia y relacionarse con personas reales en la web, para provocar y para conocer de verdad a quienes con otra máscara jamás podría haber conocido de la manera en que quería conocerles. No sé si alguna vez Zingua ha logrado hablar con voz propia, o es víctima de las limitaciones de mi imaginación y mi pericia para dar vida a un personaje independiente de mí. Cuánto de Zingua soy yo, o cuánto de mí está en ella, sólo marca mi fracaso como escritora, mi debilidad por ciertos temas que quise hacer aparecer para lucimiento personal o desahogo. En todo caso, ha sido más valiosa mi experiencia como portadora de esta máscara, que mi experiencia como creadora de la misma. Con ella puesta, he tenido la oportunidad de conocer a Cristian y a Maurice. Con sus comentarios he aprendido algo esencial sobre la naturaleza de la fe y del espíritu cristiano, y esa ha sido la mayor utilidad que este blog ha tenido para mí, el haber conocido a estas personas a través de los desafíos o reacciones que Zingua pueda suscitar... Cristian y Maurice nunca dieron la espalda a Zingua, nunca la censuraron ni se avergonzaron de hablar con ella, le ofrecieron siempre sus oraciones y sus corazones al desnudo. No intentaron revelarle grandes verdades filosóficas ni de darle lecciones magistrales, no cayeron en las provocaciones de Zingua. Para mí, que acudí llena de estereotipos sobre curas, pero también deseosa de poner a prueba mis prejuicios desde la comodidad y la falta de riesgo del anonimato, ha sido una alegría ver que quizás pueda estar equivocada con respecto a muchos aspectos del hecho Católico. En cualquier caso, salgo con muchas menos certezas y muchas más dudas de las que tenía el día que inicié este blog, y no hay nada como el placer que causa el poder albergar nuevas preguntas en la mente, que sustituyan a esas respuestas que nos dimos hace mucho, en nuestros primeros intentos por explicarnos nuestro lugar en el mundo en un sentido moral, y que hoy, día en que cumplo los 30, ya han caducado y han dejado de valerme para saber dónde me encuentro.

Se acabaron las pajas.

domingo, diciembre 10, 2006

EL ZORRO



Vengo molida. Como nunca pongo fotos, esta vez os obsequio con una imagen que me ha impactado. Ahí va una foto que hice con el teléfono, y que he recortado para que no nos veáis en el reflejo. Es un zorro muerto, en un charco del jardín de esta casa. En realidad es más bien una pequeña finca... El tipo me llevó de paseo una mañana, como si fuéramos novios, dados de la mano, como a él le gusta. Vamos andando y me explica los pájaros (sabe mucho de pájaros), "mira, una tarabilla, y ahí un garrapinos", y yo sólo miraba al suelo para no mancharme las zapatillas. De repente vi esa forma blanda con pelos flotando en un charco, el la movió con un palo y salió este cadáver lleno de expresión en su cara. Es curioso cómo la muerte descubre y expone nuevos gestos y expresiones en una cabeza, aún después de muerta. Hasta que los ojos se pudran por completo, la cara de un muerto siempre retiene el poder de la mirada. Esta imagen se me ha quedado todo este puente en el escenario más inmediato de la memoria. Es una imagen a la que pretendo dominar y perderle el miedo, verla como lo que es, algo muerto, tan animado como el barro y las hojas del charco, pero en mi mente nunca puedo dejar de sentir algo amenazante en la expresión de ese ojo y esa boca.

Lo demás lo contaré mañana, o cuando pueda.

martes, diciembre 05, 2006

VIAJE

Hoy me voy de viaje con A., aquel hombre del que os hablé en el post titulado Despertares. Es un gran paso para él... no nos vamos muy lejos, me quiere enseñar un lugar que para él tiene mucho valor sentimental. Es el pueblo de sus abuelos, una aldea prácticamente desierta donde según dice habrá unas 20 personas en invierno. Tiene un caserón en el pueblo, pero no nos quedaremos allí, porque dice que no sabe en qué estado estará. Hace años que no lo abre. La casa por lo visto es muy grande y según las fotos que me ha enseñado, tiene escudos en la fachada, puertas inmensas, muros gruesos... El sitio es deprimente. Típico pueblo castellano, de esos que hasta las piedras irradian una especie de frío y mal rollo que se te aloja en el tuétano de los huesos. Odio los castellano. Os contaré a la vuelta, el domingo... Buff, qué largo se me va a hacer

lunes, diciembre 04, 2006

REZAR

Me pregunta el padre Cristian en un comentario si rezo. Otro comentarista, ya desde una curiosidad menos saludable, quiere saber también si rezo o no. No sé muy bien a qué os referís con rezar. Si rezar es hablar con Dios, no rezo, porque mis palabras se pierden sin respuesta, Dios no me contesta. Si rezar es hablarle a Dios, entonces no sé si rezo. Quizás a veces le hable a Dios, pero no lo tengo claro...

Hay cosas que he escrito que no sé para quién son. El otro día oí hablar de un libro de arquitectura, en el que se trataba un fenómeno extraño, aquel de los remates y detalles ocultos a la vista humana. Un arquitecto se empeñaba en cierto remate en un ángulo oscuro de una estancia de techos muy altos, que era imposible de ver desde el suelo. Cuando los constructores le decían que era absurdo ese remate, pues nadie lo vería, el arquitecto contestaba que Dios sí lo ve. Quizás Juan Díez del Corral nos pueda aclarar qué libro era. En cualquier caso, lo que es cierto es que a veces escribo intentando trascender, y para alguien que no sé quién es. La poesía me sirve para intentar vislumbrar lo que queda más allá de las constricciones del lenguaje, y quizás en ese momento lo que busco es la manera de hablarle a Dios, y la manera de que Dios aparezca en las palabras que digo, que sean palabras habitadas, que en sus conmbinaciones se me revele un significado trascendente. Dije que no iba a publicar mis propios poemas. A Maurice le copié uno en su blog, un poema bastante religioso en el fondo. Quizás un rezo por mi parte. Lo que no puedo es utilizar las oraciones de siempre, porque me suenan a vacío, como le ocurre al sacristán viejo del verso de León Felipe. Como he decidido esconderme menos, os copio otro de mis poemas, espero que no os riáis de mí, no hay nada que haga a nadie más vulnerable frente a los cínicos que enseñar su poesía. Este poema lo escribí hace muchos años, cuando todavía vivía en mi ciudad de provincias, e íbamos los fines de semana a una zahurda que teníamos, donde mi perro era feliz. Ahora todo se vendió, y el perro murió, pero en esos días, cuando caminaba sola con él y me quedaba mirando al cielo por la noche, a veces me daban ganas de que Dios estuviera ahí. Considerad vosotros si este poema es en el fondo un rezo o un deseo de Dios. Si es verdad que rezo, éstas son mis oraciones.

El universo desde la cabeza de mi perro

But if a man would be alone, let him look at the stars.

–Ralph Waldo Emerson

Ya no sé cuántos miles de años llevo mirando a las estrellas,
pero recuerdo la primera vez que las vi
aún no habíamos inventado las horas, las semanas
no habíamos nombrado a los días
ni sabíamos aún que el tiempo gira sobre sí mismo
y vuelve a empezar sin nosotros
deja de respirar con nuestros pulmones
hasta dejarnos en piedra, en aire, calor
metralla de estrellas
para la próxima gran explosión del universo.

No sé cuántos miles de años llevo mirando a las estrellas
ya he olvidado sus nombres,
aquéllos con que las bautizamos
cuando decidimos que cualquier cosa
puede ser encerrada en una palabra para habitar
dentro de nuestros cuerpos.

Me siento en el zaguán,
acaricio a mi perro, los dos cansados
de perseguir por el monte
a otro sol que se nos escapa,
y veo sus orejas inquietarse
se tensan hacia arriba
y atrapan una brisa nocturna
que silba por los huecos de las encinas
que deshoja el azahar del naranjo lunero
y empuja a través de la oscuridad
el croar de las ranas que habitan
todos los charcos del camino.
El monte entero
queda invisiblemente dibujado
en esa brisa que mi perro observa
con sus orejas.
Yo sin embargo no veo nada,
sólo mi memoria me devuelve
el recuerdo de lo que un sol
me iluminará mañana al despertar.

La poca luz que al cielo le queda
se desagua por las estrellas.
Vuelvo a alzar mi vista hacia ellas,
como solía hace miles de años,
me pregunto si mi perro también las ve,
y entro entonces en su mente
para mirar las estrellas
asomada a sus ojos
y en ese instante el universo,
se libera de las palabras,
de las ideas,
de las dimensiones,
de las magnitudes
en que lo hemos comprimido
para que quepa en nuestras mentes.
El misterio se hace infinito
y ya no puedo ver las estrellas.